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sábado, 16 de enero de 2021

Jesús y Nicodemo

 

Pasaje: Juan 3:1-15.
Título: Jesús y Nicodemo.

¿Cómo nacer de nuevo? ¿Puede realmente una persona nacer de nuevo? ¿Cómo es esto posible? Si quieres saberlo, te invito a que sigas leyendo este estudio:

https://vidadejesucristodevocional.blogspot.com/2021/01/jesus-y-nicodemo.html


Después que Jesús purificó la corrupción que se practicaba dentro del templo, y demostró con sus hechos y señales que tenia autoridad moral y espiritual para hacer lo que hizo, entonces, muchos judíos creyeron en Él; pero no como el hijo de Dios, o el salvador del mundo, o alguien en quien podían depositar la confianza de su vida, sino, como un profeta por quien sentían admiración y un aparente respeto.

Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. (Juan 3:1-2).

¿Cómo nacer de nuevo?


A partir de estos versículos, se desprenden dos preguntas: ¿por qué Nicodemo vino a Jesús de noche? y ¿a qué se refería cuando dijo que sabía que Jesús había venido de Dios como maestro? para responder la primera pregunta necesitamos entender quién era Nicodemo.

Nicodemo, era un líder religioso, que formaba parte del partido de los fariseos. Este, era un grupo político-religioso en tiempos de Jesús, los cuales llegaron a ser maestros de la ley. Nicodemo, no era un líder religioso común. Él tenía un cargo de eminencia, era un principal entre los judíos, es decir, formaba parte de lo que se conoce como el Sanedrín, que era una especie de asamblea legislativa, y a la vez, un órgano con la autoridad para juzgar y administrar justicia entre lo judíos, además, representaban una fuerza policial para arrestar personas.

¿Por qué vino a Jesús de noche? Porque aunque habían personas que se sentían admiradas por lo que había hecho Jesús  en el templo, entre ellos también estaban los líderes religiosos que habían permitido la corrupción en el templo, estos eran copartidarios de Nicodemo, y obviamente, a ellos no les gusto para nada que Jesús denunciara su corrupción. Por lo que visitar a Jesús, podría considerarse para ellos una traición; ésta pudo ser una de las razones por la que Nicodemo vino a Jesús de noche, por temor y para no ser visto por los demás fariseos.

Lo que esta parte de la historia nos enseña acerca de Nicodemo, es que su necesidad de Dios fue más grande que sus miedos y temores, pues, asumió un gran riesgo al visitar a Jesús de noche.

Lo segundo que nos llama la atención de Nicodemo, son sus palabras: “sabemos que has venido de Dios como maestro”. Nicodemo, quien era un maestro y conocedor de las Escrituras, sabía que Jesús era alguien especial, él sabía que Jesús era un profeta, un maestro enviado por Dios con un llamado especial para enseñar a su pueblo. Pero Nicodemo, no sabía realmente quién era Jesús, él no sabía que Jesús era el Hijo de Dios el Salvador del mundo y por lo tanto, al no saber esto, no podía confiar su vida a Jesús.

Esto es muy interesante, porque así como Nicodemo, hoy en día, hay muchas personas sinceras que conocen las Escrituras, pero que no conocen al Creador ni tienen una relación con Él.

Hay muchas personas, que ven a Jesús como un hombre extraordinario, al que se le debe dar una especie de méritos por sus obras, alguien que se debe recordar en días festivos, rendirle honor como se le da a cualquier héroe, mártir, o pensador, tal vez con una vida llena de prácticas religiosas, como oraciones, lecturas, y buenas obras. Y a la misma vez, con una vida totalmente fuera del Reino de Dios.

Esto es muy importante entenderlo, porque así lo hizo Jesús. Además de que Jesús conocía lo que había en el corazón del hombre, Jesús puso una especial atención en las palabras de Nicodemo, y al igual como lo declaramos en este estudio, por las palabras de Nicodemo, Jesús pudo discernir que Nicodemo no sabía realmente quién era Él y que por lo tanto no podía ver el reino de Dios, que estaba frente a sus ojos. Esto le da sentido a la respuesta de Jesús:



“Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.” (Juan 1:3).

En un lenguaje más sencillo, Jesús le estaba asegurando a Nicodemo, que no podría ver el reino de Dios, si no nacía de nuevo. Y a la misma vez, le estaba revelando a Nicodemo su propia condición “No has nacido de nuevo” “Necesitas nacer de nuevo para ver el reino de Dios” “No estás viendo el reino de Dios”.

Nicodemo, entendió claramente que Jesús lo estaba confrontando con su realidad. Estas palabras hoy en día, son también para nosotros, pero para Nicodemo, estas palabras iban directo a su mente y su corazón. Él sabía que no podía ver el reino de Dios, y no sabía cómo verlo, ni mucho menos entendía qué significaba esto de nacer de nuevo. Es por esto, que en su respuesta, hace referencia a sí mismo como viejo al internalizar las palabras de Jesús en él.

Es mi deseo, que así como Nicodemo, no pienses que estas palabras son para alguien más, son para ti que estás leyendo este estudio.

Ahora continuemos y veamos la respuesta de Nicodemo.

“Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?” (Juan 1:4).

Nicodemo pensaba, que Jesús se refería a un nuevo nacimiento físico, y no entendía cómo podría ser esto posible; pero Jesús se estaba refiriendo a un nuevo nacimiento espiritual. Veamos la respuesta de Jesús:

¿Cómo nacer de nuevo?


“Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.  No te maravilles  de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de donde viene, ni a donde va; Así es todo aquel que es nacido del Espíritu. (Juan 1:5-8).

Después de escuchar la respuesta de Jesús, Nicodemo entendió claramente que Jesús no se refería a un nuevo nacimiento carnal, sino a uno espiritual, pero aún quedaba una gran interrogante  que aún estaba sin resolver en su corazón ¿Cómo se nace de nuevo espiritualmente? Lo vemos en la respuesta de Nicodemo:

“Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto?” (Juan 3:9).

Y otra vez, Jesús lo confrontó  amorosamente con su propia realidad, haciéndole ver que su intelectualismo religioso no era suficiente para comprender como funciona el reino de los cielos, así como hoy en día, no es suficiente un conocimiento histórico o intelectual, para poder entender las cosas espirituales. Veamos la respuesta de Jesús:

Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tu maestro de Israel, y no sabes esto? De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos eso hablamos, y lo que hemos visto, testificamos, y no recibís nuestro testimonio. Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿Cómo creeréis si os dijere las celestiales? (Juan 3:10-12).

Jesús no solo estaba revelando la condición espiritual de Nicodemo, sino que también estaba revelando la condición de todo Israel en ese momento que ignoraba totalmente quién era realmente Jesús. En pocas palabras, Jesús le estaba diciendo a Nicodemo, si tú que eres el maestro de Israel, y no entiendes algo tan sencillo como esto, ¿Qué será de aquellos que tienen menos conocimiento de las Escrituras que tú?

Esa es la misma condición en la que se encuentran muchas personas hoy en día, si esto pasa con muchos de lo que asisten  a la iglesia, que conocen de las Escrituras, pero no conocen a Dios ¿Qué será de aquellos que no asisten? Es importante entender, que la iglesia no te salva, pero es la que te presenta el mensaje de salvación, en todo caso es necesario el mensaje, pero se necesita algo más que saber el mensaje, es necesario creerlo para ser salvo.

Jesús le estaba revelando una de las verdades más sencillas del reino de los cielos. Pero no podían creer las palabras de Jesús; y si no podían creer cuando Jesús les hablaba de cosas terrenales ¿Cómo podrían  creer las cosas más  profundas  que eran celestiales? Y para demostrarlo, entonces Jesús comenzó a revelar una de las primeras verdades más profunda en cuanto a su identidad al comienzo de su ministerio. Aquí es cuando Jesús se identifica a sí mismo por primera vez como el Hijo del Hombre. Pongamos mucha atención a las palabras de Jesús, porque descubrirás algo muy profundo acerca de Él que posiblemente no sabías:

“Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.” (Juan 3:13).

Jesús está expresando que él es el Hijo del Hombre, y está revelando algo que nadie en la historia conocía hasta ese momento; que Jesús el Hijo del Hombre, es el único que ha estado en el cielo y que ha venido del cielo, y por tanto es el único que puede revelar las verdades profundas del cielo.

Pero hay algo más detrás de estas palabras, realmente Jesús está revelando que Él es el Hijo del Hombre que estaba el cielo, que descendió del cielo, y que a la vez está en el cielo. ¿Cómo puede Jesús haber descendido del cielo y a la misma vez estar en el cielo? Nosotros comprendemos que esto es posible, porque Jesús es Dios, que descendió del cielo, y que al mismo tiempo está en el cielo.

Pero, aun así nos queda una interrogante ¿Qué significa que Jesús es el Hijo del hombre que descendió del cielo y que está en el cielo? Realmente, Jesús está haciendo una referencia a una profecía acerca de sí mismo en el libro de Daniel.

“Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él.” (Daniel 7:13).

 

Daniel estaba viendo una visión del futuro, si lees el contexto del pasaje, te darás cuenta que es una visión celestial. Antes de este texto, Daniel ve millares de millares y millones de millones de ángeles en el cielo de diferentes jerarquías que sirven a Dios. Ciertamente, lo que Daniel veía era tan sublime, tan extraordinario, tan indescriptible, que hubo un momento que se turbaron su cuerpo y su espíritu, pero lo que más le llamo la atención a Daniel de todo esto fue el Anciano de días, y el hijo de hombre.

¿Quién es el Anciano de Días? Es Dios. Y ¿Quién es el hijo de hombre? ¿Por qué le llama tanto la atención a Daniel? ¿Qué hace un ser con apariencia terrenal en el cielo? Jesús es este Hijo del Hombre, que vio Daniel en el cielo y que ahora había descendido del cielo.

Jesús no solo revela su identidad, sino, que también revela la forma en que iba a morir en el futuro y lo demuestra haciendo referencia a otra profecía acerca de sí mismo a través de una analogía donde explica que así como la serpiente fue levantada en un madero, para que los que la vieran fueran salvos, así mismo, Jesús tendría que morir colgado en un madero, para que los que pongan su confianza en Jesús puedan ser salvos.

“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantando, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:14-15).

Hemos llegado al final del pasaje a estudiar, y aún no hemos revelado el misterio ¿Cómo es que se nace de nuevo? La razón por la que lo hemos dejado para el final es porque precisamente Jesús se encarga de dar la respuesta al final de este pasaje. Vamos por parte:

 “Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.  No te maravilles  de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; Así es todo aquel que es nacido del Espíritu. (Juan 1:5-8).

¿Qué significa nacer del agua y del Espíritu? El agua es símbolo de purificación. Esto significa, que no se puede entrar al reino de los cielos a menos que la persona haya sido purificada, pero ¿Cómo es purificada? Por el Espíritu Santo que entra y mora en él, en el momento que la persona se convierte a Dios, al creer en su corazón en Jesús  y confesarlo como Señor y Salvador de su vida.

¿En que debe creer? En el mensaje del Evangelio, que Jesús es Hijo de Dios, quien murió en la cruz por los pecados del mundo, para que todo aquel que en él crea tenga vida eterna.

¿Cómo nacer de nuevo?


Sabemos, cómo se nace de nuevo espiritualmente, y sabemos que al esto ocurrir, nace una nueva naturaleza espiritual, cuando recibe el Espíritu de Dios en su vida. No sabemos con certeza y detalle todos los procesos espirituales que ocurren en el interior del hombre, ni cómo es que Dios lo hace, pero, lo que sí sabemos es que el nuevo nacimiento es real, así como el viento; no podemos saber con certeza dónde y cómo nace, porque no lo vemos, pero sabemos que es real porque lo podemos escuchar y sentir, así mismo, es el nacimiento espiritual, un misterio que la mente humana no es capaz de entender cómo Dios lo hace, pero, lo que sí podemos estar seguros es que es real, por los resultados que produce el nuevo nacimiento en una persona, que es una vida transformada.

Esto nos enseña acerca de Jesús:

·         Que Jesús es el Hijo del Hombre.

·         Que Jesús es el Rey de los cielos.

·         Que Jesús es el Salvador.

Para reflexionar y meditar:

·         ¿He creído y entregado mi vida a Dios confesando a Jesús como el Señor y salvador de mi vida?

·         Si Jesús es el Rey de los cielos y mora en mí ¿Estoy viendo en mi vida el reino de los cielos?

·         ¿Estoy poniendo cada día mi mirada en Jesús? ¿Estoy confiándole a Dios mi vida diariamente con las decisiones que tomo?

 

lunes, 17 de agosto de 2020

Jesús conoce a todos los hombres.

Pasaje: Juan 2:23-25
Título: Jesús conoce a todos los hombres.

¿Qué tanto te conoce Dios? ¿Cómo sabes si lo que hay en tu corazón es real? Hoy descubrirás a través de este estudio que Dios te conoce más de lo que puedes imaginar.


Había llegado la primera pascua en el primer año de ministerio de Jesús. Pocos días antes de la pascua, Jesús había purificado el templo de la corrupción que se había estado practicando. Todos sabían que lo que se estaba haciendo estaba mal, pero, nadie se atrevía denunciar la corrupción y hacer algo para cambiar lo incorrecto, solo Jesús se atrevió hacerlo.

Posiblemente, mucha gente sabía que lo que se había estado practicando en el templo estaba mal, pero, nadie se sentía con la autoridad moral o espiritual para hacer algo al respecto. Jesús sí se atrevió porque él era el Hijo de Dios, y no había quién pudiera acusar su conciencia moral y espiritual.

El hecho de que Jesús se atreviera a hacer algo, constituyó para muchos de los judíos como una señal de que Jesús debía ser alguien especial, porque para hacer lo que hizo Jesús se necesitaba autoridad, propiedad y congruencia entre lo que se dice y hace. Esta es una de las razones por la que las personas creyeron en Jesús, tal como lo cita el texto:

Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía. (Juan 2:23).



Este pasaje aunque es muy breve, no termina allí, y la segunda parte nos revela una verdad que a todos nos dejará perplejos:
Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre. (Juan 2:23).

Espera un momento, ¿Cómo es que Jesús no se fiaba de ellos si ellos habían creído en su nombre? ¿No les parece contradictorio? Veamos porque Jesús no se fiaba de ellos y  qué nos enseña Jesús acerca de lo que en verdad significa CREER:

Entre los judíos había muchos que se encontraban admirados por su valor, su valentía y su integridad. Pero,  eso no significa que habían tomado la decisión de depositar su confianza en él  para seguirle como su Señor y Salvador.

Ante los ojos de Dios, creer no es solamente saber una información, estar de acuerdo intelectualmente con una idea o pensamiento. Creer involucra más que algo de la mente, creer significa estar convencido de algo, depositar tu confianza, tu vida, en aquello que crees, esto es lo que significa creer desde la perspectiva de Dios: Confianza y convicción en el corazón.



Por muy duro que suene esto para ti, debo decirte que hoy en día mucha gente vive engañada, perdida y sin salvación. Hay muchas personas que creen que son salvas y no lo son, hay muchas personas que piensan que creen en Dios pero, realmente no creen en él.

¿Cómo es esto posible? Esto es porque las personas en nuestro contexto suelen tener una falsa fe cultural o heredada de nuestros padres. Pero, realmente la fe es algo personal, es algo muy íntimo del corazón, la verdadera fe en el nombre de Jesús significa creer y estar convencido en que Jesús es el Hijo de Dios, el salvador del mundo, quien murió por nuestros pecados, y que resucito al tercer día para salvarnos y darnos vida juntamente con él. Estar convencido de esta verdad, nos debe llevar a tomar la decisión de depositar nuestra confianza en Dios, a tal punto de que le entreguemos a Dios todo nuestro ser.

La pregunta que deberías hacerte en este momento es ¿tengo una falsa fe cultural y religiosa en Dios o tengo una fe y confianza genuina en Dios a través de Jesús? ¿Cómo lo puedes saber? Sencillo, el ser humano, puede llegar a dar su vida por sus convicciones, es decir, tus acciones reflejan las convicciones de tu corazón, por lo que deberías preguntarte en este momento, ¿Qué dicen tus obras de las actitudes y convicciones de tu corazón? ¿Hay una buena relación en tu vida entre lo que se supone que crees y lo que vives?



Tal vez, para ti sea muy difícil responder preguntas como estas. Pero, lo mejor no termina aquí, lo mejor es que Jesús conoce tu corazón y te conoce más que a ti mismo, tal como nos los muestra la siguiente parte del pasaje que estamos estudiando:

Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre. (Juan 2:23).

Sin que nadie se lo dijese, Jesús sabía lo que había en el corazón del hombre y Jesús sabe lo que hay en tu corazón, aún más; él sabe si verdaderamente tú crees en él. ¿No me lo crees?  Recuerda que Jesús es Dios mismo hecho hombre, y Dios todo lo sabe.

Un hombre llamado Job, hablando con Dios le dijo: “que no hay pensamiento que se pueda esconder de ti” (Job 42:2),  el profeta Jeremías también dijo: “tú, oh Jehová me conoces; me viste, y probaste mi corazón para contigo” (Jeremías 12:3), el Rey David escribió un salmo en el que dijo: “Pues, aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda” (Salmos 139:4)  y más adelante añadió  “Examíname oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” (salmos 139:23-24) Dios, conoce el corazón y el pensamiento de todos los hombres, y esto también es una señal de que Jesús es el hijo de Dios, porque al compartir la misma naturaleza del Padre, conoce todo lo que hay en el hombre.



Ahora, que sabemos que Dios conoce todo lo que hay en el hombre, lo más íntimo y secreto de nuestros corazones y pensamientos. Debemos, creer en Jesús y pedirle a Dios que nos examine, nos pruebe, y que nos muestre si hay algo malo en nosotros, para que nos muestre cómo cambiar, y nos de la fortaleza para lograrlo.

También, debemos pedirle a Dios con toda sinceridad, que examine nuestros pensamientos, convicciones y conducta y pedirle que nos revele si en nuestro ser habita una fe genuina en Jesús como Señor y Salvador de nuestras vidas. Y a la misma vez, pedirle que nos llene de fe y confianza en él.
Para reflexionar: ¿Qué debo hacer ahora que sé que Dios lo sabe todo de mí?

Esto nos enseña acerca de Jesús:
  •          Que Jesús es el Hijo de Dios.
  •          Que Jesús lo sabe todo.
  •         Que Jesús conoce a todas las personas, lo que hay en sus pensamientos, convicciones y conductas.

Para reflexionar y meditar:
  •          ¿Creo realmente en Dios?
  •        ¿Qué actitudes y hábitos debo cambiar en mi vida ahora que sé que Dios lo sabe todo de mí?
  •          ¿Estoy viviendo lo que se supone que creo en mi corazón?
  •          ¿Te estas apropiando de las promesas de Dios para tu vida?
  •          ¿Sientes autoridad moral y espiritual por la fe en Jesús quien perdona, limpia y restaura para enseñar con autoridad la palabra de Dios? Si no es así, este es un buen momento para que busques a Dios.
  •   Te recomiendo escuchar la siguiente canción y te animo a que hables con Dios, meditando en lo que hemos aprendido hoy mientras alabas.


jueves, 6 de agosto de 2020

Título: Jesús purifica el templo.

Pasaje: Juan 2:13-22
Título: Jesús purifica el templo.

¿Cómo puedo ser purificado? La pureza es la cualidad de aquellos que no se han contaminado. Pero, vivimos en un mundo donde predomina la contaminación en todos los sentidos, no solo nos referimos al medioambiente natural, sino, que también incluimos todo lo que nos rodea y que  de alguna manera entra a nuestra alma, mente y corazón.

Jesús purifica el templo.

En este mundo contaminado en que vivimos, somos propensos a ensuciarnos los pies al pasar por caminos lodosos, algunas de las formas en que la contaminación entra a nuestro interior es a través de lo que vemos, oímos, palpamos, hablamos, pensamos, deseamos y creemos. Y frente a todo eso, el deseo de Dios es que seamos puros y nos limpiemos de toda contaminación. La gran pregunta es: ¿Cómo puedo ser purificado? ¿Cómo puedo ser limpio de toda maldad? En el estudio de hoy, veremos cómo esto es posible a través de Jesús.

Después, de convertir el agua en vino en Caná de Galilea, Jesús se dirigió junto a su madre, hermanos y discípulos, a Capernaum, y estuvieron allí no muchos días, porque estaba cerca la pascua de los judíos; y durante la pascua todos los judíos debían dirigirse al templo y ofrecer sacrificios. Jesús, como todo judío, también se dirigió hacia el templo de Jerusalén para celebrar la pascua.

Ahora bien, quizás te estés preguntando ¿Qué es la pascua? ¿Qué significa? ¿Por qué era tan importante para los judíos? Necesitamos responder estas preguntas para poder comprender lo que Jesús quería enseñar en este pasaje.

La pascua era una fiesta solemne de los judíos, que se celebraba todos los años el día diez del primer mes del año hebreo. En conmemoración del día en que Jehová libró a los primogénitos de Israel, cuando estos obedecieron el mandato de Dios de marcar los dinteles de sus puertas con la sangre de un cordero. Esta fiesta debía recordar a Israel, las obras que Dios hizo por amor a su pueblo.

Por otro lado, en el templo se solía presentar ofrendas y sacrificios de animales, para expiar al pueblo de sus pecados. Dependiendo del tipo de pecado y de la condición económica del pueblo, se podía presentar bueyes, ovejas o palomas para ser sacrificado por los pecados de las personas.


El propósito de este ritual consistía, en que las personas tomaran conciencia y reconocieran que un animal inocente iba a ser sacrificado por la persona que había pecado. Esto debía llevarle a reconocer su condición de pecador, reconociendo que quien debía morir no era el animal, sino la persona. La persona debía sentir pesar por el mal que había hecho y arrepentirse, para que otro animal inocente no muriera en lugar de él.

Como habían judíos que venían desde lugares muy lejanos, se hacía muy difícil la tarea de trasladar a los animales desde las tierras donde residían, así que con el paso del tiempo, se comenzó a vender los animales en el templo, para aquellos que venían de lejos. Esto trajo como consecuencia una insensibilidad, tanto en el que ofrecía el sacrificio, como los que negociaban con éste. Los sacrificios se convirtieron en algo externo, material, algo que cualquiera con dinero podía comprar, la persona no lograba sensibilizarse ante el sufrimiento del animal, y le era muy difícil relacionar que una vida inocente iba a terminar por su culpa.

Por otro lado, encontramos a los cambistas,  quienes cambiaban las divisas por una moneda aceptable. Como los cambistas tenían el monopolio del mercado, cobraban una tasa exorbitante por sus servicios. Lo que había comenzado como un servicio a los peregrinos, se había degenerado, en explotación y usura. El templo de Dios se había vuelto una “cueva de ladrones”.

Estaba cerca la pascua de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén, y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y los cambistas sentados. (Juan 2:13-14).

Este es el escenario con que se encuentra Jesús cuando visita el templo, una adoración corrupta, y con personas que se aprovechan de forma inhumana de las vulnerabilidades económicas, sociales, y geográficas de otros.


Esto provocó en Jesús una profunda indignación frente a la injusticia y la corrupción que se estaba practicando en un lugar que se suponía debía ser para adorar a Dios. Esta es una de las razones por la que Jesús reacciona de la siguiente forma:

Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas; y dijo: a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado. (Juan 2:15-16).

Quisiera que profundicemos en estas últimas palabras de Jesús porque expresan una verdad profunda acerca de su identidad. ¿Qué verdad está expresando Jesús acerca de si mismo?


Era sabido, que el templo era un lugar dedicado para adorar a Dios; en este lugar moraba la presencia de Dios, y eventualmente se manifestaba, por lo que el templo era la casa de Dios; y los judíos sabían esto. Pero, ¿Qué es lo que realmente llama la atención?

Qué Jesús está afirmando que Dios es su Padre, esta es una verdad profunda, que Jesús estaba revelando acerca de su identidad. Y como todo lo del Padre es del Hijo, la casa del Padre, también es la casa del Hijo.

Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume. (Juan 2:17).

Los discípulos de Jesús que también estaban con él, no podían entender o procesar en sus mentes y corazones la profunda verdad de que Dios tuviera un hijo, de hecho para cualquier persona en aquel tiempo, esta verdad le sonaría descabellada,  inconcebible, y no fue hasta mucho tiempo después de conocer más a Jesús que los discípulos pudieron asimilar que Jesús era el hijo de Dios, y entender que realmente Jesús estaba cumpliendo una profecía escrita en Salmos 69:9

Este pasaje, que les recordó a los discípulos la razón por la cual Jesús estaba reaccionando de esta forma, expresa una segunda verdad, que podría ser difícil de entender, por lo cual se hace necesario que lo abordemos.

Hagamos un análisis de esta frase: “El celo de tu casa me consume”.

¿Cuál es la segunda verdad? Que Dios es celoso.  Es probable que hasta este momento te sientas algo confundido, porque como probablemente habrás visto en la misma Biblia se condenan los celos, como obras de la carne. Y es posible que te suene algo contradictorio y te lleve hacerte alguna de estas preguntas: “Si los celos son malos y Jesús sintió celos, entonces ¿Habrá pecado Jesús?” o si Jesús sentía celos, y sabemos que Jesús nunca pecó, entonces ¿Está bien sentir celos?

Es muy importante responder a estas preguntas, porque muchas personas toman este pasaje, y lo sacan de contexto para sostener una de estas dos afirmaciones:

  1.        Que Jesús pecó al enojarse y sentir celos.
  2.          Que está aprobado por Dios enojarse y sentir celos, porque “Jesús lo sintió”.

Ambas afirmaciones son incorrectas, Jesús nunca pecó, y la Palabra de Dios reprueba los celos. Entonces, ¿Cómo resolvemos este enigma? La misma palabra de Dios nos da la respuesta.

Existe una gran diferencia entre lo que siente el hombre, y lo que siente Dios. Cuando Dios creó al hombre lo hizo bueno, a su imagen y semejanza, por lo que como Dios era justo, el hombre también era justo, como Dios era bueno el hombre también era bueno, el hombre heredó de Dios incluso la capacidad de amar. Pero, el pecado distorsionó la imagen de Dios en el hombre, y como consecuencia también se distorsionaron todas las expresiones del hombre y sus relaciones.

De allí, que encontramos pasajes como Santiago 1:20 “Porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios”. El pecado, ha hecho que el hombre en lugar  de justicia, sienta mas bien venganza impulsada por el rencor. Esto mismo ocurre con varios atributos de Dios que realmente son buenos, pero, que se han pervertido en el corazón del hombre.  Por lo cual esto nos lleva a afirmar que existe una gran diferencia entre el amor de Dios y el amor del hombre, la justicia de Dios y la justicia del hombre.

Aplicando este principio a la verdad acerca de que Jesús sintió celos, llegamos a la conclusión de que existe una gran diferencia entre el celo que experimentó Jesús y el celo que puede a llegar a experimentar el hombre por motivos egoístas.

El celo que Jesús sintió fue un Celo Bueno, un Celo de Dios, un Celo Santo. (2 Corintios 11:2 y Gálatas 4:17-18).

Jesús, sentía un profundo celo por la casa de su Padre, y sintió enojo con aquellos que reemplazaron la adoración y el arrepentimiento por medio del sacrificio, para evitar la vergüenza, y la culpa del pecado, intentando comprar el perdón con dinero.  Estas son algunas de las razones por las cuales, Jesús echó fuera a todos los que corrompían la adoración en el templo.

 “Y los judíos respondieron y le dijeron: ¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto?  Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”. (Juan 2:18-19).

Los judíos entendían claramente las insinuaciones de Jesús, ellos sabían que el templo era conocido como la casa de Dios, y al escuchar a Jesús decir: “No hagáis de  la casa de mi Padre…” ellos entendían que Jesús estaba insinuando que Dios era su Padre, y que él estaba insinuando que tenía autoridad para hacer todo lo que hacía, por lo que ellos le piden una señal, para que el demuestre sus afirmaciones.

Entonces, Jesús les respondió “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” Entonces: Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás?

¿Cómo Jesús iba construir en tres días un templo que a una multitud de personas le había costado cuarenta y seis años? Aquí encontramos la tercera y última verdad de este estudio:

Más él hablaba del templo de su cuerpo.” (Juan 2:21).

El templo es la morada del Espíritu de Dios, en el cuerpo de Jesús moraba el Espíritu de Dios, por lo tanto su cuerpo físico era el templo de Dios, Jesús estaba diciendo que su cuerpo era el templo del Espíritu de Dios, y que la señal que él les daría es que si destruyen su cuerpo en tres días él lo levantaría.

“Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho”. (Juan 2:22).


Jesús, nos dio una señal a todos de que él era el hijo de Dios, cuando resucitó al tercer día de entre los muertos. La Biblia afirma en varios pasajes que los que hemos recibido a Jesús en nuestro corazón, recibimos a su Espíritu Santo en nuestro cuerpo, por lo cual se dice que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo.

Por lo tanto, el mismo celo que Jesús sentía por la casa de su Padre, ese mismo Celo Santo lo siente por ti. Y él no va a permitir que nadie profane tu cuerpo, porque tu cuerpo no es tuyo, es la morada de Dios que él creo, y que a la vez compró con su vida a precio de sangre.

Dios es Santo, y el lugar donde él habita también lo es. Y si Él habita en tu cuerpo, él va a purificar y santificar tu cuerpo, tu alma y tu espíritu.

El Celo Santo de Dios lo va a llevar  a purificar tu cuerpo, esto implica que él  va a tener que destruir y deshacer todas las obras del diablo, del mundo y de la carne en tu vida, para poder levantarte, y hacer cosas nuevas en ti.

Por supuesto, esto va a causarte dolor, pero, será un dolor necesario, no debes oponerte, ni resistirte, y mucho menos, corromper tu cuerpo con impurezas, porque Dios destruirá a quien destruye su templo que eres tú, y aunque tu alma se salve, te destruirá a ti mismo, si persistes en profanar tu cuerpo con impurezas.

“¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?  Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es. (1 corintio 3:17-18).

Piensa en esto: Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. (1 Juan 1:9)

Dios no quiere destruirte, él realmente quiere perdonarte y limpiarte de toda maldad, porque él es fiel y justo, Pero, es necesario que antes, tú le entregues tu vida a Dios, y te arrepientas confesando tus pecados.

Esto nos enseña acerca de Jesús:

  •          Que Jesús es el Hijo de Dios.
  •          Que Jesús siente un celo santo por su Padre y por su pueblo.
  •          Que Jesús quiere y tiene el poder para purificarte.

Para reflexionar y meditar:

  •    ¿Has estado destruyendo tu cuerpo? ¿Has estado contaminando tu cuerpo con impurezas?
  •      Existen muchas clases de impurezas que contaminan tu cuerpo, por ejemplo: ¿Has estado contaminándote con alguna de estas: Adulterio (Infidelidad, deslealtad, a tu esposo/a), fornicación (deseos, pensamientos o relaciones sexuales sin estar casado, incluyendo el consumo de pornografía y la masturbación), inmundicia, lascivia (pasiones desordenadas, inmoralidad sexual, malos deseos, homosexualismo), idolatría (algo que ocupa el lugar de Dios en tu vida), hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones(Excesivos desacuerdos), herejías (creencias contrarias a Dios), envidia, homicidios, borracheras, orgías, o cosas semejantes a éstas?
  •          De todas éstas, debes poner una especial atención en la siguiente: la fornicación y toda clase de inmoralidad sexual: Huíd de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; más el que fornica, contra su propio cuerpo peca. (1 Corintios 6:18).